Nuestro país tiene el alma derrotada, frustrada, defraudada, con dolor y sin expectativa. Pero igualmente mira hacia adelante esperando la llegada real de un modelo participativo y de inclusión con desarrollo humano. Ante la frustración, la gente aún resiste y lo hace con esperanza. En alguien o algo deben creer. El tema son las cíclicas defraudaciones.
Ocurre que la mayoría del pueblo argentino sigue buscando un futuro mejor, con un poder que en algún momento represente sus anhelos comunitarios. Pero en el camino se mezclan varias cuestiones. Por ejemplo las falacias que confunden. En Grecia, Aristóteles distinguía muy bien entre la sofística y la retórica. La primera vendría a ser el (mal) arte de hacer verosímil lo falso mientras que la segunda sería el (buen) arte de hacer verosímil lo verdadero, pues las verdades no siempre son evidentes de por sí.
Por Juan Martín Garay (*)
Demandantes
Nuestras sociedades son cada vez más demandantes y con niveles muchos más bajos de tolerancia. Especialmente con aquellos actores políticos resistentes al cambio que los ciudadanos reclaman y que impiden la renovación necesaria, sumado a las promesas incumplidas, la pérdida del valor de la palabra dada y el incumplimiento de los compromisos asumidos. La gente pide algo y ellos insisten en “soplar contra el viento”, no a favor de la demanda. Sencillamente atrasan y luego “los platos rotos” los paga el pueblo. Este momento en la historia de nuestro país está marcado por una sensación generalizada de abatimiento, bronca, frustración y desilusión política.
Los partidos políticos, consagrados en nuestra reformada Constitución Nacional, han arribado a un punto en el que su existencia se ha ido desdibujando. Lamentablemente muchos ya no son las escuelas de civismo que supieron ser para sus afiliados y tampoco aquellos que supieron escoger a sus mejores cuadros políticos para la consecución de los diferentes cargos públicos. Incluso en algunos hay pocos afiliados menores de 40 años. Se dio paso muchas veces al “toma y daca” o “al dedo” y eso dejó consecuencias.
La libertad ¿avanza?
Como hermana mayor de la política, desde la filosofía, dos siglos separan la conceptualización que hicieron de tolerancia John Stuart Mill y Victoria Camps entre el liberalismo de época y la teoría de los derechos humanos. Para Mill el único límite a la libertad de un individuo es la prevención del daño a otros, siendo la tolerancia componente fundamental de la teoría liberal. Para Camps la tolerancia es la virtud indiscutible de la democracia como valor fundamental de ella misma.
Asistimos en los tiempos que corren al embate propio de una sociedad en plena dinámica política desde el retorno de la democracia en donde existe un quiebre de valores altamente perceptible, con más demandas y mucha menos tolerancia. ¿Y las libertades?, bien gracias.
Organizar la comunidad
Por eso se hace necesario que el Estado y las organizaciones libres del pueblo fortalezcan los lazos de pertenencia solidaria a la comunidad, donde la primacía de lo económico sin un marco de referencia a lo social y al bien común se termine. Los “números” no son sólo eso, detrás de los mismos hay personas de piel y hueso.
Necesitamos a la Comunidad Organizada. Esto representa un desafío y una nueva oportunidad para sembrar esperanza de la mano de acciones concretas que traigan como natural consecuencia la cosecha de un cambio real, el advenimiento de un nuevo comienzo. Esto es una tarea que necesita de todos. Para eso hay que comprometerse.
Mirar para adelante
Frente a nuestra realidad actual ¿han servido las doctrinas políticas y las teorías económicas? ¿lo que sucede nos deja sin esperanza?. Probablemente podamos ser optimistas con la ilusión de que surja un avance social hacia la concreción de un bienestar con desarrollo e inclusión. Algo que capaz sea tan lento en su dinamismo y por eso aún no puede ser percibido (no se ve al menos). El que espera desespera y la gente se cansa al fin de la cuenta. A veces lo expresa en la calle, otras en la urna.
Pero ante todo, seamos optimistas. Dejemos de lado la nostalgia del pasado y la tristeza del presente, miremos lo que viene. La esperanza radica, creo yo, en aferrarnos a que un avance social se concrete mediante un salto hacia el futuro todos juntos y mirando hacia adelante. Lo nuestro es la gente, no lo olvidemos quienes tenemos circunstanciales responsabilidades políticas. ¿Hay frustración?, sí, pero esperanza también.
Juan Carlos Botta – eldisparadoruruguay.com.ar